Acabo de lanzar la nueva campaña de Lubets.
Se llama Un millón de orgasmos
y no es solo una frase potente.
Es una idea que coloca la conversación donde normalmente no se coloca:
en lo cotidiano, en lo deseado, en lo que sí debería pasar más a menudo.
Y sin tanta vuelta.
Esta campaña habla de placer, claro.
Pero también de libertad.
De ligereza.
De quitarle solemnidad a lo íntimo
y devolverle un poco de juego, de risa, de cuerpo.
Un millón de orgasmos no es una cifra literal (o sí..).
Es una metáfora de acceso,
de lo que nos merecemos sin explicarlo,
de una forma distinta de contar lo de siempre.
No se trata de ser provocadores.
Se trata de decir lo justo.
Con palabras que conecten.
Con imágenes que se queden.
Con un tono que no se disculpe por existir.
Porque no hay nada más elegante que hablar claro.
Y hacerlo bien.
Cuando todo encaja —el mensaje, el producto, el momento—
no hace falta gritar.
Solo decir lo que hay que decir.
Con intención.
Y con una estética que no se parezca a nada.
No todas las marcas pueden hacer esto.
Pero cuando pueden, y lo hacen desde el fondo…
lo demás llega solo: la atención, la conversación, el eco.
Un millón de orgasmos no busca chocar.
Busca abrir.
Aflojar.
Y dejar que el placer entre en escena porque sí.
Eso, y hacer un poco de ruido del bueno, y me pone ;).